¡RESUCITO!

Por Gustavo Cano

“Den gracias al Señor, porque él es bueno, porque su amor es eterno” Sal. 118, 29.

A través del Facebook, expresaba mi repudio por el infortunado asesinato de mi amigo Javier Alvarado hijo y urgía a las autoridades su pronto esclarecimiento y puesta a disposición de juez competente, las manos teñidas con sangre, de un hombre bueno que había dado ya mucho a Huehuetenango, pero que podía dar mucho más. Pude constatar a través de la red y las expresiones populares que este fue un crimen que indignó en lo más profundo a la sociedad huehueteca, pero lo más siniestro de ese caso, que es además regla general para el crimen en nuestra tierra, es que las probabilidades de hacer justicia pronta son ínfimas. Como pasó para los 67 asesinatos reportados en la parroquia para el año 2010, lo que eleva nuestro índice a 65 asesinatos por cada cien mil habitantes, que si lo comparamos con el de 19 reportado para la ciudad de Detroit (la más violenta de Estados Unidos para el 2009), coloca a la otrora tacita de plata, en una escandalosa cifra de 342% más violenta que la más violenta de ese país del norte que es por antonomasia país del delito. La indignación ante la sinrazón era palpable, la solidaridad a la familia desbordante, pero hizo falta traducir estos sentimientos en presión sobre los asalariados del sistema para que cumplan su misión de darle a cada quien lo que merece.
En la visión Aristotélica, tanto la virtud humana como sus vicios, no pueden ser facultades, ni pasiones, sino hábitos. Y un hábito no es aquello que aparece por naturaleza, sino que es consecuencia de un proceso de aprendizaje, de práctica o repetición. La Iglesia, casi desde sus inicios, ha propuesto como ejercicios cuaresmales: el ayuno, que hace que al soportar alguna privación apartemos la vista de nosotros mismos y podamos descubrir al vecino; la limosna, que despoja de sentido la idolatría al dinero y el afán desmedido de tener y poseer, convirtiendo la fuente de muchos de nuestros vicios en fuente de muchas virtudes; y la oración que nos conecta con la eternidad y trascendencia llenando nuestra existencia con la esperanza de la vida eterna. Este tiempo cuaresmal y de semana santa es pues un tiempo propicio para reconocer nuestras debilidades como sociedad, y aprender a ver con ojos de fe que para traspasar la última frontera, la de la muerte, necesitamos vivir apegados a Cristo, que en su ministerio nos enseña que Dios ha creado al hombre y a la mujer para la vida eterna, y que es esta la dimensión desde la que debemos dar sentido a nuestra actuar en los diferentes ámbitos en los que nos desenvolvemos sean estos sociales, culturales, políticos, económicos, religiosos. Dice el Papa en su mensaje para esta cuaresma: “Privado de la fe todo el universo acaba encerrado dentro de un sepulcro sin futuro, sin esperanza”. No podemos ni debemos acostumbrarnos a la violencia, pero más grave aún, no podemos ni debemos acostumbrarnos a que los violentos actúen impunes. Que en este tiempo efímero de cuaresma podamos preparar la gozosa pascua eterna y podamos decir como María en la secuencia de ese tiempo litúrgico: ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!.

Comentarios

  1. Excelente!!!!! El sol no se puede tapar con un dedo dice un dicho popular... En medio de este clima de inseguridad y de ingobernabilidad es necesario que nosotros los Cristianos alcemos la voz y denunciemos tantos atropellos a la persona humana que se cometen día si y día también... Nuestro Compromiso es ANUNCIAR la buena nueva del Evangelio pero también DENUNCIAR los atropellos que se cometen.... Que Cristo Resucitado nos Bendiga y nos llene de Fortaleza!!!!

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