2012 (el del fin del mundo)

“Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría.” Mt. 2, 10

2012 (El del fin del mundo)

Por Gustavo Cano

La casa paterna estaba repleta de libros, los unos muy ilustrados y los otros muy ilustradores, por lo que desde temprana edad, aun antes de saber la o por lo redondo, este montón de hojas de papel agrupadas y empastadas me cautivó. Mi viejo, como buen anticomunista, decía que lo único que no nos podían quitar los comanches bolcheviques eran nuestros conocimientos, así que nuestra única tarea era estudiar, estudiar y estudiar; hasta que como buenos hijos de impresor en lugar de sangre, corriera tinta por las venas.

Entre tantos, había una enciclopedia que se llamaba Mis Primeros Conocimientos, allí encontrábamos con mis hermanos notas, entre otras, sobre mascotas, vehículos, idiomas, electricidad, experimentos científicos, trucos de magia (mi preferido) y también sobre astronomía. Un día cualquiera, en esta última sección mencionada, descubrí un mapa celeste, plagado de constelaciones y de sus singulares historias, este barrunto me quitó el sueño y esa noche me empeñe en escudriñar a fondo esas luces con que titilan azules los astros a lo lejos. Con claridad meridiana descubrí la constelación de Orión y con el rabillo del ojo las Pléyades, mi corazón palpitaba con fuerza y el descubrimiento me embargó con una inmensa alegría.

El veintiuno de diciembre del recién acabado año, iba de camino a la Posadita del barrio, que había quedado en la colina occidental de la comunidad, conocida como Cerro Tajaguaquix, a mitad de camino me sorprendió un usual apagón de energía eléctrica, que encendió el para mí ya olvidado cielo nocturno, redescubriendo el camino de leche. Tenía muy presente que este día comenzaba el último año del quinto sol de la cosmovisión maya, para dar paso al sexto sol. Los mayas, nuestros ancestros, contaban el tiempo mediante tres calendarios simultáneos, según algunos estudiosos estos serían, el tzolkin basado en el ciclo anual de las pléyades, el haab de base solar y la cuenta larga basado en algún ciclo estelar. Este calendario sideral llamado “cuenta larga” de un millón ochocientos setenta y dos mil días que comenzó el 13 de agosto del año 3114 antes de Cristo, finaliza el 21 de diciembre de este año. Este plazo que al fin y al cabo se vence (porque a todo coche le llega su sábado) ha generado un sin número de hipótesis, muchas de ellas catastróficas y apocalípticas y otras pocas, que este marcará el inicio de un ciclo prometedor para la humanidad.

No se sabe a ciencia cierta los motivos de las cuentas del tiempo de estos paisanos de antaño, probablemente les servían como a nosotros, para tener un sentido de dominio sobre esta bestia indomable que llamamos tiempo. Y para darle el significado colosal que le corresponde, lo amarraron a las estrellas. Interpretar que esto marcará el indefectible final de los tiempos, me parece conveniente en el sentido de tomar conciencia de nuestro paso fugaz en esta realidad temporal, el que nos veamos pequeños a luz de las estrellas y saber que el universo no gira, ni en el sueño más retorcido, en torno a nosotros. Pero más importante aún, que el tiempo apremia, aprieta, urge, en la necesidad de hacer un mundo, un país, una ciudad, una comunidad, una familia, un ser humano mejor y que esta colosal tarea, es cosa de estrellas. Pero de estrellas de carne y hueso, es tarea de personas concretas viviendo realidades concretas. Es mi tarea y es también tarea tuya.

Ahora bien, habrá que decidir que estrella seguir, si las que solo revelan zodíacos funestos, o las que a la luz del Evangelio de Jesucristo, revelan un universo infinito de posibilidades de servicio en los que han quedado a la orilla del camino del desarrollo y para los que no hay mañana.

Ojala que este 2012, sea el fin de ese mundo de desigualdades, de contaminación, de la cultura de la muerte, del egoísmo y donde solo privan mis intereses mezquinos y comience una era de paz, de prosperidad y de amor, iluminados por la luz de un Dios que se hizo uno de nosotros para hacer resplandecer nuestro rostro con su luminosidad a fin de que libremos al pobre suplicante, al humilde y al desvalido, rescatando al hermano de la opresión y la violencia. Cf. Sal. 72, 12-15

Feliz Año Nuevo 2012 (el del fin del mundo).

Huehuetenango, Solemnidad de la Epifanía, 2012.

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