CASA PARROQUIAL

“Doy gracias a Dios, cuando continuamente, me acuerdo de tí en mis oraciones” (cf 2Tm 1,3)

Casa Parroquial


En la vieja Francia de la primera mitad del siglo XIX, vivió un famoso predicador, a quien se le acercó un amigo y le felicitó diciéndole: ¡Dichoso porque de todas partes del país vienen a verte, a escucharte! A lo que este predicador espetó: ¡Dichoso el Cura de Ars, porque van hasta allá a encontrarse con Jesús!

Conocí al Párroco, el P. Maco, una fría madrugada de domingo del año 2004, llegó quince minutos antes de la misa de siete de la mañana, siempre ha sido muy puntual, y nos prodigó a los ahí reunidos un helado saludo que hizo que se sintiera cálida esa alborada. Brrrr que frío. Pensé para mis adentros “con este hermano si va a costar”.

De ese tiempo a acá, han transcurrido nueve años, unas doscientas homilías y otro par de centenares de reflexiones compartidas en asambleas, reuniones y pláticas menos formales. He descubierto en él un pensamiento ordenado, claro, con mucha capacidad de síntesis y de interpretación de la realidad social, humana y espiritual de nuestro pueblo. Y también he descubierto una grande incomprensión por su labor y ministerio sacerdotal, provocado en buena medida, según mi apreciación, por su poca empatía y emotividad aunada a una elocuencia discursiva más bien discreta. Ahora bien, lo que nunca he encontrado en él, ni una pizca; es la necesidad de llamar la atención, de ganar aplausos o aprobación, sino que siempre “mira y hace mirar a Cristo, verdadero Camino que conduce a Dios.” (Benedicto XVI)

En el marco de la fiesta del Santo Cura de Ars, santo Patrono de los Párrocos, la porción del pueblo de Dios de esta Parroquia, quiere hacer entrega de los trabajos que han llevado a feliz término la construcción de la Casa Parroquial que dará albergue por las siguientes dos centurias, cuando menos, a los presbíteros que Dios escoja para hacer presente sacramentalmente el misterio pascual de Cristo nuestro Redentor, en medio de nuestras realidades temporales. Muchas veces me he topado con la aseveración de que todos somos necesarios, pero ninguno es indispensable; sin embargo, para nosotros los católicos, la presencia del Cura de Almas es la excepción a la regla. Sea pues este un humilde presente al párroco actual, los venideros y sus colaboradores; expresión del amor del corazón de Jesús, como lo llamaba San Juan Bautista María Vianey y que bien recoge el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 1589.

Entregamos este sueño hecho realidad; gracias al aporte de la comunidad parroquial, materializado en la compra de alguna comida típica en la fonda, una pastilla en la farmacia, un número de la rifa o la ofrenda en la alcancía; a nuestro Obispo Monseñor Alvaro Ramazzini, como un gesto de respeto a su autoridad apostólica y como un aporte a lo que los documentos de la Iglesia marcan como una tarea del Obispo Diocesano: que atienda con peculiar solicitud a los presbíteros, sus hijos y amigos, para garantizar su bienestar intelectual, espiritual y material; de tal manera que puedan desempeñar su oficio de manera óptima, en la triple tarea de regir, enseñar y santificar al pueblo de Dios, en este caso la porción de la Parroquia de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, Catedral, Huehuetenango.


Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que los ha elegido en Cristo. (cf Ef 1,3-5)

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