CASA PARROQUIAL
“Doy gracias
a Dios, cuando continuamente, me acuerdo de tí en mis oraciones” (cf 2Tm 1,3)
Casa Parroquial
Por Gustavo Cano
En la vieja Francia de la primera mitad del siglo XIX, vivió
un famoso predicador, a quien se le acercó un amigo y le felicitó diciéndole: ¡Dichoso
porque de todas partes del país vienen a verte, a escucharte! A lo que este
predicador espetó: ¡Dichoso el Cura de Ars, porque van hasta allá a encontrarse
con Jesús!
Conocí al Párroco, el P. Maco, una fría madrugada de domingo
del año 2004, llegó quince minutos antes de la misa de siete de la mañana,
siempre ha sido muy puntual, y nos prodigó a los ahí reunidos un helado saludo
que hizo que se sintiera cálida esa alborada. Brrrr que frío. Pensé para mis
adentros “con este hermano si va a costar”.
De ese tiempo a acá, han transcurrido nueve años, unas doscientas
homilías y otro par de centenares de reflexiones compartidas en asambleas,
reuniones y pláticas menos formales. He descubierto en él un pensamiento
ordenado, claro, con mucha capacidad de síntesis y de interpretación de la
realidad social, humana y espiritual de nuestro pueblo. Y también he
descubierto una grande incomprensión por su labor y ministerio sacerdotal,
provocado en buena medida, según mi apreciación, por su poca empatía y
emotividad aunada a una elocuencia discursiva más bien discreta. Ahora bien, lo
que nunca he encontrado en él, ni una pizca; es la necesidad de llamar la
atención, de ganar aplausos o aprobación, sino que siempre “mira y hace mirar a
Cristo, verdadero Camino que conduce a Dios.” (Benedicto XVI)
En el marco de la fiesta del Santo Cura de Ars, santo
Patrono de los Párrocos, la porción del pueblo de Dios de esta Parroquia,
quiere hacer entrega de los trabajos que han llevado a feliz término la
construcción de la Casa Parroquial que
dará albergue por las siguientes dos centurias, cuando menos, a los presbíteros
que Dios escoja para hacer presente sacramentalmente el misterio pascual de
Cristo nuestro Redentor, en medio de nuestras realidades temporales. Muchas
veces me he topado con la aseveración de que todos somos necesarios, pero
ninguno es indispensable; sin embargo, para nosotros los católicos, la
presencia del Cura de Almas es la excepción a la regla. Sea pues este un
humilde presente al párroco actual, los venideros y sus colaboradores;
expresión del amor del corazón de Jesús, como lo llamaba San Juan Bautista
María Vianey y que bien recoge el Catecismo de la Iglesia Católica en el número
1589.
Entregamos este sueño hecho realidad; gracias al aporte de
la comunidad parroquial, materializado en la compra de alguna comida típica en
la fonda, una pastilla en la farmacia, un número de la rifa o la ofrenda en la
alcancía; a nuestro Obispo Monseñor Alvaro Ramazzini, como un gesto de respeto
a su autoridad apostólica y como un aporte a lo que los documentos de la
Iglesia marcan como una tarea del Obispo Diocesano: que atienda con peculiar
solicitud a los presbíteros, sus hijos y amigos, para garantizar su bienestar
intelectual, espiritual y material; de tal manera que puedan desempeñar su
oficio de manera óptima, en la triple tarea de regir, enseñar y santificar al
pueblo de Dios, en este caso la porción de la Parroquia de Nuestra Señora de la
Inmaculada Concepción, Catedral, Huehuetenango.
Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que los
ha elegido en Cristo. (cf Ef 1,3-5)
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