AHI VIENE EL SEÑOR

“Jesús Nazareno de la Caída, danos la paz”  Oración fragmento.

Ahí viene el Señor

Por Gustavo Cano

Exhausto me derrumbo sobre la acera, a la sombra de una casa que desborda historias, las que resguarda celosamente intramuros y las que transcurren con sigilo o a retumbos, extramuros. Ese romanticismo que acá se exsuda, el de las historias aún no contadas pero fielmente atestiguadas por estas piedras verdes arrancadas del lecho de que se yo que río, hace que se yo cuantas épocas, sin lugar a dudas me ha arrastrado hasta acá, para tejer mi propia historia aderezada por las jaracarandas en flor y dejarla plasmada en las retinas de estas piedras ciegas, sordas y mudas!

Pero hay otros cientos, miles de ojos que escrutan todo a su paso y que tejen colectivamente. ¿Acaso mi historia termina donde mi mirada se ha topado con otra ávida de ese encuentro? ¿O es precisamente allí, en ese instante mágico, donde la historia de ese otro empieza? ¿Y empieza la historia de ambos? ¿O simplemente es solo un punto de encuentro?

De allá abajo surge un puntito negro que se hace infinito, son unas hormigas! Es día de encuentro para ellas también, encuentro de comida. La multitudinaria fila es encabezada por una que carga una miga perfectamente redonda de pan, sobra decir que es más grande que ella; y las otras muchas sucedáneas…? pues como no puede ser de otra manera le emulan, solo que llevan a cuestas que un trocito de canela, que un algodoncito rosado de azúcar, que una nano fracción de canillita de leche, una parece que lleva ámbar, seguro es miel, un grupo de cuatro o cinco se las arreglan para llevar una hojita de higo…

Aún abstraído de la realidad levanto la mirada y en el macro mundo se repite la escena del micromundo, solo que más colorida, más caótica, pero colaborativa, cordial, cortés; como que las asperezas de los citadinos, las desconfianzas generalizadas han sido limadas, han sido lubricadas por un bálsamo secreto. ¡Oh las hormigas!

En esas cavilaciones estaba, cuando una voz me trae de regreso, extrayéndome de mi esfuerzo filosófico (espero que algo más sesudo que las jimmylosofías): ¡ahí viene el señor! ¿Donde? ¿Por dónde viene el Nazareno? No hombre el señor de los globos jejeje… ¡dijo que me compraría uno! Es mi sobrina.

Dan los últimos toques a la alfombra multicolor, elaborada al mínimo detalle, son unos siete jóvenes, guiados por unos dos o tres mayores, todos del mismo árbol genealógico que entran y salen de la casa que nos cubre con su sombra: estos si son organizados como las hormigas. Este solaso me está calcinando las neuronas, vaya que me adelanté a la señora aquella, mamá de esos cucuruchos morados y malcriados que pasaron a traerla porque a ellos les toca en la otra cuadra, si no nos da puro sol y ahora el morado sería yo. Lo color de hormiga come hojas va a ser la salida de este pueblo abarrotado hasta la bandera. Las babosadas que piensa uno para matar el tiempo, que siempre está bueno que si no el muy diablo lo mata a uno.

Un piquete de centuriones pasa frente a nosotros y escucho al fondo unos tambores, la llegada del Señor es ahora inminente, el ambiente se anega de incienso, el azul del cielo es intenso, escucho las notas claras, magistralmente entonadas de don Meme Ramírez: Jesús de San Bartolo: son tristes en efecto, pero son gloriosas, reconfortantes… y en un parpadeó ahí está su imagen, con su mirada lacerante, inquisitiva, amorosa. Es el mismo de siempre, pero distinto. Al parpadeo se me pierde entre la multitud y la ola de clics de celulares.

Más de uno llora, más de uno tiene la piel enchinada, más de uno ha olvidado a su pequeño que ha olvidado a su mayor, más de uno está aún en la algarabía generalizada, el éxtasis.

-¿Seguro que viste al Nazareno entre esa multitud?

-Te soy honesto, al final no se si lo vi. Pero de algo si estoy seguro, Él me vio a mí.


Feliz Semana Santa. 


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