Cuando las campanas callan

“¡Qué maravilla de campanas!... ¡Don! ¡Don! ¡Don! ¡Diron! ¡Diron! ¡Don! ¡Don! ¡Don! ¡Diron! ¡Diron!”  Horacio Galindo Castillo


CUANDO LAS CAMPANAS CALLAN


Por Gustavo Cano


Corría el día 8 de diciembre de 1874, fecha destinada a la bendición inaugural de la Iglesia Catedral de la por entonces Villa de Huehuetenango. Con el que se saldaron siete años y ocho meses de arduos esfuerzos después de iniciar los trabajos relativos a la construcción de un templo dedicado a la Inmaculada Concepción, patrona (o sea protectora) de estas tierras, bajo la insigne guía del Padre Teherán primero y del P. Castañeda después. Para decir verdad,un suntuoso templo y más si consideramos que este era un pequeño pueblo de apenas un poco más de un centenar de casas y algo más allá de un millar de vecinos.  Para ponerlo en contexto, se podría decir que bajo el techo de sus tres naves podría albergar con relativa comodidad al total de los cristianos aquí asentados. Poniéndolo en términos actuales sería como hacer una Catedral del tamaño del Estadio Doroteo Guamuch Flores, coloso de la zona 5 de la capitalPor lo que decir suntuoso en términos de grande y caro aún se queda corto. 


Pero aquella pequeña feligresía; pequeña en recursos humanos y materiales, pero grande en fe y devoción; acogió con entusiasmo las visiones que sus pastores tenían y las hicieron propias. Demás está decir que en el transcurso de esos años y los siguientes, Huehuetenango vivió una explosión arquitectónica que delineo la ciudad y es la que hasta la fecha sigue enorgulleciendo e identificando a los nacidos en este terruño. De manera tal que la gigante empresa, quedó chica para las energías que estos ancestros tuvieron y terminaron la monumental empresa en tiempo record. 


Cuenta el Dr. Horacio Galindo en su libro “La Catedral”, que una de las preocupaciones a finales de noviembre del referido año inaugural eran las torres vacías. No había forma que las campanas llegaran y temían que la primer Misa se llevara a cabo sin la sonora invitación. He ahí la majestuosa Iglesia toda blanca, imponente… pero mudaSin embargo el dos de diciembre, luego de una tortuosa faena de dos meses llegaron en veinte carretas jaladas por cuarenta yuntas de bueyes las doscientas libras de peso de las famosas campanas de Catedral.


Colocarlas en su sitio fue otra tarea complicada, pero luego de singulares ingenios, el trabajo se coronó con éxito. La mayoría expectante quería que se hiciera una prueba de cómo sonaban pero el Padre no lo autorizó. Incluso llegó el día por todos esperado, pero las campanas siguieron silentes. En el momento de la consagración, cuando el celebrante hizo la elevación de la Sagrada Hostia: walá! Las campanas soltaron el vuelo!! Contaron testigos presenciales que la felicidad tuvo de colofón un mar de lágrimas, incluso en los rostros de los menos devotos. 


Ciento cuarenta y tres años después, en un Huehuetenango que prospera a pasos agigantados aunque sin orden, con más medios humanos y materiales, las campanas han enmudecido de nuevo y la pregunta que salta a la realidad es: ¿A nosotros cuantos tiempo nos llevará reparar este templo?


Cálculos gruesos nos dicen que necesitamos aportar unos Q200 por familia. Y usted ¿ya hizo su aporte?



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