PUENTE DE NAVIDAD
“Usa el amor como un puente” Gustavo Cerati
PUENTE DE NAVIDAD
Por Gustavo Cano
Esa víspera de Navidad, Dolfidio me llamó muy temprano, era
la inauguración del puente en su comunidad y los del sonido no tenían en que
llevar el equipo. –No tenga pena mi estimado, le dije en medio de la
somnolencia, con mucho gusto yo le encamino a estos amigos y sus tiliches.
–Gracias jefe, contestó entusiasmado el Dolfi, pero se hace la campaña de
venirse ya, dijo enfático, porque después ya no se puede salir del centro.
–Vaya que yo soy el jefe! si no fácil me pone a hacer unos cien pírricos antes…
ya voy ud no se me estrese. Ese 24 de diciembre fue particularmente alegre,
nunca había ido a una inauguración oficial en este día, pero el Chucho, como le
apodaban a este mi amigo, era muy insistente y me convenció que este era el día
ideal.
Hacía como un año (o más) había visitado el lugar, unos
cuantos metros atrás de la casa de mi amigo, un barranco de regulares
proporciones cortaba el valle. -Mire jefe; me confiaba Dolfidio, casi poseído,
su visión; este puente unirá esta sector con el otro, los niños podrán venir a
la escuela, al centro de salud y seguramente surgirá un conglomerado humano a
ambos lados. Eso es bueno para todos ¿verdad jefe? En efecto había sido su jefe
en una dependencia del estado algún tiempo atrás, pero guardó el trato de
“jefe” para eternas memorias. –Pues de seguro que es bueno para todos mí estimado,
pero particularmente para usted que quedará en el paso de todo ese
“conglomerado” humano. –Jeje algo que se embarre la olla jefe, me dijo mostrándome
el diente de oro.
Luego de los respectivos cohetes, el corte de la cinta
simbólica (que no fue más que una hoja de milpa ya que al Dolfidio se le olvidó
este pequeño detalle), un hombre en bicicleta cruzó el puente se acercó y con
lágrimas en los ojos le dijo al Chucho: Gracias… y siguió pedaleando. Nosotros
chocamos los cristales y pronunciamos al unísono con el tilín: ¡Salud!
Hace unos meses volví al lugar, está irreconocible, mi buen
amigo ya no vivió para verlo, pero su puente, el puente de Navidad, lo transformó
todo, convirtiendo este yermo en un espacio fértil para el tejido social.
En esta víspera de Navidad, recuerdo emocionado ese día
festivo, a mi amigo, su visión y la consecución exitosa de “su proyecto” que
resultó, en efecto, bueno para todos. Inevitablemente he trasladado esta obra
gris, al campo meramente espiritual: Hace unos días tuve la bendición de ir a
una pastorela organizada en la parroquia. Allá en un balcón, estaba un
personaje escenificando a Dios, lejano, inaudible, incomprensible: ya alguien
lo dijo bien, si lo entendiéramos no sería Dios. Porque existen tres grandes
barrancos que nos separan de Dios: él es espíritu y nosotros somos de carne y
hueso; nosotros estamos llenos de pecado mientras él es santo; nosotros somos
mortales y él es eterno. Pero todas esas barreras que le hacen un Dios lejano,
fueron allanadas, superadas, eliminadas por Cristo que se hizo uno de nosotros
para redimirnos de nuestros pecados en la cruz y venciendo la muerte con la
resurrección a la vida. Pero esa cercanía fue solo posible mediante un puente
humano que le dio la carne y el hueso al espíritu. Esa fue una mujer, una niña,
una aldeana, una judía, una María… que hizo posible que se transformara todo.
El tiempo de preparación llegó a su fin… y es hora de que
nosotros desde nuestra pequeñez, podamos ser esos pequeños puentes que acerquen
a Dios a sus criaturas, para que a través de cada uno de nosotros, los otros,
puedan descubrir a un Dios que libera, que salva, que cuida, que bendice, que
provee, pero sobre todo que nos ama.
Esa es entonces la tarea para esta Navidad y para siempre:
liberar, salvar, cuidar, bendecir, proveer y sobre todo y sobre todas las cosas
y circunstancias: ¡amar!
Feliz Navidad.
2018.
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