Nada que celebrar

 ¨No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar, la amamos, simplemente, porque es la nuestra.¨ Luis Cardoza y Aragón.

 

NADA QUE CELEBRAR

Gustavo Cano

A Fredy Jr Cano


Hace unos días tuve la oportunidad de participar, por la gentil invitación de los organizadores, en el primer desfile de Guatemala en los Los Ángeles, California. Actividad que permitió que la importante colonia de connacionales afincada en esta importante urbe norteamericana y sus alrededores se hiciera notar en ciudad tan cosmopolita, bajo la premisa de la celebración de los primeros doscientos años de la firma de la independencia de Centroamérica, pero especialmente de Guatemala.


Una variopinta muestra de guatemaltecos nos dimos cita muy temprano en el Hollywood Boulevar, desde la N Wilton Pl hasta la N Vermont Ave. Donde hubo derroche de entusiasmo, orgullo, satisfacción y un alto espíritu de fraternidad por el incontrovertible hecho de haber sido todos nutridos por el mismo pecho que mana leche de barro: Guatemala.


En la inauguración del desfile, el popular DJ Diablito, invitó a un paisano a entonar las notas del Himno Nacional y aunque la crónica podría apuntar un par de errores, estos fueron totalmente eclipsados por las lágrimas, que rodaron sobre los dorados rostros por el diluvio de sol, en más de un hombre y en más de una mujer.


Compartiendo con muchos de ellos sus experiencias, me encontré con realidades que rozan desde las tres décadas hasta los tres días de desarraigo y en sucedáneos testimonios (ya sea treinta años o setenta y dos horas) hay dolor por esa condición, aderezada con la natural nostalgia, de esos días felices que quedaron atrás. 


Es innegable que el estado de Guatemala, ha sido incapaz de brindar las mejores condiciones para que sus hijos e hijas se desarrollen plenamente y consigan el ansiado desarrollo humano, sin embargo, solo un hijo de gran estulticia reniega de madre tan noble cuyo único error ha sido tener malos hijos.


Pero como buena madre, esta solo sabe amar a los buenos por buenos y a los malos por malos. 


Porque la sagrada patria, más que la tierra o las hierbas que pisan nuestros pies (como dijo Martí) es gente: los dorados y los pocos cocidos. 


El acto gestacional de nuestra casa común: Guatemala, se dió un lluvioso 15 de septiembre de 1821 y de esa cuenta nuestra historia como nación comienza y se sigue escribiendo, ¿cómo no celebrarlo entonces? dependerá ahora de estos sus hijos los de este día y de esta hora, la construcción del porvenir.


Aquellos de aquel desfile a 4000 Km de Huehuetenango, añoran la patria que sueñan y construyen con su trabajo, nosotros los que estamos cobijados por este jirón patrio también soñamos una nación grande: no porque sea pequeña, o porque sea rica o pobre… simplemente porque es nuestra.

 

¡Que viva Guatemala! La del bicentenario…




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