Rendir honores a la patria

Fray Matías de Córdova arengó a los feligreses a defender la libertad, porque la cobardía, les amonestó, era un grave pecado. Los Bicentenarios de Chiapas.


RENDIR HONORES A LA PATRIA

Por Gustavo Cano Alcalde.


En días recién pasados me llegaron, casi en simultáneo, dos imágenes al Whatsapp. Una: la invitación de la Asociación de Migrantes Guatemaltecos en Los Ángeles (AMGLA) a participar en el desfile por la Independencia a desarrollarse en aquella ciudad norteamericana. Y la segunda: una imagen que exhortaba a no celebrar nada porque no hay nada que celebrar en la independencia patria. 


La primera me alegró el corazón; porque me daría la oportunidad de compartir nuevamente con la comunidad huehueteca-guatemalteca migrante en los Estados Unidos y comprobar fehacientemente los fuertes lazos que siguen uniendo a los que allá viven; trabajan y sueñan todos los días por procurarse mejores condiciones de vida para sus familias y comunidades; con los que acá les extrañamos y experimentamos un poco o mucho los frutos de estos afanes. Sabía de antemano que vería las lágrimas correr sobre los rostros curtidos por otro sol, al momento de entonarse las notas del himno nacional. Sabía también que vería ondear mil banderitas azul y blanco a lo largo y a lo ancho del boulevard Hollywood que haría destacar la contribución de la guatemalidad en esa gran nación. 


La segunda me llamó a la reflexión. Me hizo cuestionar una vez más el hecho fundacional de nuestro país y revisar mis archivos mentales sobre este acontecimiento marcado bajo la coordenada del tiempo 15-09-1821. 


En medio de estas elucubraciones mentales, que generaban desazón en el espíritu, emprendí el viaje: lleno de entusiasmo. Porque el lance audaz del viaje me llevaría a reencontrarme con familia querida. Comprobar que esa filiación sanguínea y de ombligo enterrado en un suelo patrio común es tan fuerte o más que la distancia y las diferenciaciones culturales que se imponen, hicieron que todo valladar fuese insignificante.


Con el carcaj rebosante de la sonrisa de mi sobrinita que se expresa mejor en el idioma de Shakespeare, emprendí el vuelo de retorno, en compañía de una centena de connacionales. Luego de casi cinco horas de martirizada experiencia aerotransportada, el capitán piloto de la aeronave anunció por los altavoces: …” hemos llegado a Guatemala…” Y de forma espontánea aquellos hombres y aquellas mujeres que aterrizábamos en suelo patrio nuestros cansancios, nuestras ilusiones, nuestros sueños, nuestras esperanzas, nuestros amores; prorrumpimos en aplausos al escuchar el dulce nombre de la patria. Y aquellos nubarrones de septiembre, fueron todos… todos! disipados.


Rindamos honores a Guatemala, que es ser luz, llama, aliciente para el paisano, particularmente el paisano que sufre y llora al margen del desarrollo que es el que da la independencia.


¡Que viva Guatemala! ¡Que viva Guatemala! Y ¡Que viva Guatemala!




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