Y todos quedaron llenos del ESPÍRITU SANTO



Y TODOS QUEDARON LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO  
                                                                                           
Por Gustavo Cano.

El lema de esta vigilia es: Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Repitámoslo: Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo! ¿Cómo quedaron todos? Llenos. Llenos.

Déjenme contarles: Un martes de estos un grupo de hermanos comenzamos la tarea de la evaluación del plan diocesano, para esta semana en distintos días teníamos que visitar las comunidades de Cristo Rey  El Orégano, San José Obrero La Florecita, Jesús Nazareno La Estancia y Ntra. Señora de la Medalla Milagrosa Xetenam… nos juntamos en una gasolinera y el amigo que nos atendió nos preguntó: ¿Cuánta gasolina necesitan para el viaje? El hermano Panchito, compañero evaluador,  se me quedó viendo como suplicante  y yo le afirme necesitamos tanque lleno… Tanque Lleno.  

La peregrinación del cristiano se hace como en  un carro que necesita abastecerse, para avanzar por este camino que llamamos vida. A veces el camino es llano, otras veces sinuoso, lo cierto es que si el carro se para por falta de combustible, independientemente si el camino es recto o lleno de curvas, ningún mecánico por experto que sea, podrá echarlo a andar. Ese combustible para que  el cristiano recorra los caminos de la vida y no se quede parado a mitad del trayecto se llama Espíritu Santo. Paradójicamente el Espíritu Santo es el menos conocido de las tres personas de la trinidad, siendo el más presente en todas las acciones de los seguidores de Cristo.

Ahora bien: Me pregunto, les pregunto: ¿El día de hoy en nuestra parroquia, como es el camino que el Cristiano tiene que recorrer para construir el reino de Dios? 
Vivimos una época marcada por la violencia y la desesperanza. Una época, en donde el huehueteco acostumbrado a dormir sin poner doble llave a la puerta y sin sufrir más disturbio en el reparador descanso de la noche, que el canto atolondrado del gallo del vecino; despierta hoy con la noticia del ametrallamiento de unos jóvenes en la calle de uno de los barrios del pueblo. Pasar de una pequeña ordenada y limpia comunidad de provincia, a ciudad caótica fronteriza, de paso obligado o conveniente de todo tipo de tráficos legales o ilegales; produce en la hermana y hermano vecinos de esta tierra, dolores colectivos y sufrimientos particulares.

La violencia mis hermanos nos roba la alegría, nos roba la paz, nos roba la confianza, la oportunidad de convivencia y de construir desarrollo desde la fraternidad; fraternidad que es fruto de nuestros lazos familiares, históricos, sociales, culturales y principalmente por vínculo que forma la hermandad en Cristo Jesús. La violencia reinante rompe el tejido social, esa unidad que nos mantiene pegados en virtud de la tierra común que nos vio nacer, que nos cobija como a un hijo o que nos ve morir. Nos sumerge en el miedo, en el terror, terror que nos subyuga y nos deja estáticos, inmóviles! Que deja parado nuestro carro para llegar al reino de Dios.

Apunta el apóstol de las gentes, en la carta a los Romanos “Vemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto”. Y nosotros hijos de Dios, creaciones predilectas del buen Señor; gemimos ante la sangre de nuestros hermanos aniquilados por la sinrazón, clamando al cielo que esta espiral macabra se detenga y finalmente la autoridad se imponga y haga que el imperio de la ley sea norma y no excepción, o bien, declaren que no pueden y sus sustitutos sean nombrados a la brevedad.

Sin embargo; nosotros los cristianos, a pesar de este baño de sangre, que parece no tener fin, nos sentimos esperanzados, particularmente en esta fiesta de pentecostés, narrada de manera puntual por San Lucas en el relato que acabamos de escuchar del libro de los hechos de los apóstoles, relato que comienza diciendo: Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, al decir “cuando llegó” nos indica que esta celebración existía ya en la cultura judía previa al advenimiento del Salvador.

El Pentecostés judío era una fiesta al principio de carácter agrícola que celebraba la cosecha, la fiesta de las siete semanas! pero luego se estableció como el recuerdo de la entrega de la ley en el monte Sinaí a Moisés. De este hecho podemos interpretar que si el Espíritu Santo vino el día de la ley y de la antigua alianza es el Espíritu Santo desde ese momento y para siempre la ley nueva y el sello definitivo de la nueva alianza.
Esta nueva ley instaurada por Jesucristo, no queda ya más grabada en piedra, sino en los corazones de sus fieles, es el llamado urgente a ser sus valerosos testigos para la construcción de una sociedad solidaria.
Entre el miedo y la desesperación,  entre tanto homicida a sueldo, aunado a tanta autoridad negligente o corrupta, la presencia del Espíritu Santo Consolador, no deja de hacer notar su presencia santificante en medio de su pueblo. Con palabras de aliento, con el abrazo consolador que atenúa el dolor de la madre, del huérfano, con el apoyo económico para la familia que debe pagar el sepelio de sus miembros arrebatados por la mano asesina, a través de personas concretas: la vecina, el amigo, el tío, la prima, la compañera de trabajo, el árbitro de la liga donde juega el hijo; Y el resto de los cristianos, ¿qué estamos haciendo?, apunta el apóstol:  en medio de nuestra debilidad el Espíritu viene en nuestra ayuda. Cf. Rom. 8, 26.

Para llenar el tanque de mi carro, lo primero que tengo que hacer es “pedir”… pedir que lo llenen. Para que nosotros, los católicos huehuetecos del tercer milenio, quedemos llenos del Espíritu Santo, para que experimentemos un nuevo pentecostés como lo llamaba el papa bueno Juan XXIII, lo que necesitamos es pedir!... Jesús prometió que el buen Señor mandará el Espíritu a quienes lo pidan!... entonces pedir. Esta Vigilia maravillosa nos ha dado y seguirá dando bellas expresiones para pedir mediante la oración: Ven, Espíritu Santo... Ven, Padre de los pobres; ven, dador de los dones; ven, luz de los corazones. En el esfuerzo, descanso; en el miedo, valor; refugio en las horas de fuego; consuelo en el llanto. ¡Ven Espíritu Santo!... 

Y todos quedaron llenos!

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