¿Son los amigos para siempre?
¿SON LOS AMIGOS PARA
SIEMPRE?
Por Gustavo Cano
Conocí al Calín; mmm… no se cuando le conocí, de toda la
vida. Su abuelita; doña Fulvia la hacedora de colochos; era amiga de mi
abuelita, Doña Elvia la hacedora de vestidos; mi papá don Nolo, el de la
imprenta, era amigo de don Carlos, el de las camionetas; creo que no había para
donde, el Calín estaba destinado desde hacía como cien años a ser amigo del
Tavo.
Fuimos juntos al Kindergarden, a las clases de catequesis, a
la congregación infantil, algunos años de la Primaria y el Básico y coincidimos
más de alguna vez en los pasillos de la facultad de Ingeniería. Pero nuestra
amistad se desarrolló principalmente en la calle, en el parque del Calvario, en
recónditos senderos por el bosque de Canxac o el cerro Tajahuaquix, que
recorríamos raudos, principalmente en bicicletas. Y también en su casa; bueno
la casa de doña Fulvia donde vivía; siguiendo un camino de hormigas, asustando
un gato vago, jugando a las bolitas, bailando trompo o echándole a la lucha grecorromana,
o algo que se le parecía, prácticas que no dejamos hasta que se fue a estudiar
a la capital.
Yo era un niño guapo, claro está, pero muy introvertido y
miedoso; mientras que mi amigo era muy extrovertido y más bien temerario,
muchas veces pensé: este fulano no le tiene miedo a nada, aunque en honor a la
verdad, siempre temblaba cuando debía reportarle a su padre; un buen hombre
pero muy estricto; alguna calaverada que habíamos hecho. Recuerdo
particularmente divertido la vez que en la clase de música, cuando ensayábamos el
Himno Nacional, se nos ocurrió que era mejor entrenar un poco de esgrima con
las reglas, el Maestro al percatarse, me dio un ajustado coscorrón que me dejó atolondrado, más; en tanto mi brincón
amigo se le cuadro al viejón de 1.80 (así lo veía yo) pero más tardo en inflar
el pecho que en aterrizar el culo al suelo de una buena patada. Como el
saxofonista conocía al padre de familia de mi amigo, optamos por irle a contar.
Pasamos a donde don Carlos, a la salida de clases, a la oficina. El hombre
estaba muy ocupado despachando el bus, así que no le puso mucho coco. Nos
fuimos a su casa a por un jugo de naranja, para solventar el susto.
Ya adolescentes, una niña del vecindario, de ojos muy negros,
pelo castaño y muy quebrado que usaba siempre peinado con dos alegres
trencitas, puso sus lindísimos ojos en mí. Nos veníamos juntos del Colegio a
paso de tortuga, le pasaba dejando y me largaba a paso de lince a mi casa, para
llamarla por teléfono. Medio almorzaba y nos juntábamos en la casa de otra amiga vecina y
allí pasábamos la tarde “estudiando”. Todo iba bien, pero a la hora de pasar de
amigos a novios, se me atrancaron las carretas y no me animé a dar el salto.
¡Qué bestia es! Así le pasa a la humanidad ¡Que bestialidad!
Como mi amigo me conocía tan bien, aprovechó mi tartamudez emocional y ni lerdo ni perezoso, se comió el mandado. Pronto hice el recorrido del colegio a casa... solo... conseguí mejores notas, es cierto. De más está decir que fue un Valentín amargo!
¡Qué bestia es! Así le pasa a la humanidad ¡Que bestialidad!
Como mi amigo me conocía tan bien, aprovechó mi tartamudez emocional y ni lerdo ni perezoso, se comió el mandado. Pronto hice el recorrido del colegio a casa... solo... conseguí mejores notas, es cierto. De más está decir que fue un Valentín amargo!
Se fue mi mejor amigo a seguir sus estudios a la capirucha y
suspiré aliviado. En lo sucesivo nuestros encuentros se hicieron agrios, llenos
de sarcasmos, descalificaciones y hasta insultos. Bien dice Dante Liano, que la
amistad no se prueba en la enfermedad o en la cárcel, sino en el éxito. Seguro
nunca acepté de buena manera, el éxito que tuvo mi amigo, mucho menos alegrarme
por el mismo.
En sus días de universitario, enfermó de amigdalitis, que
trató mal o con descuido y el estafilococo logró albergarse en sus riñones, que
luego de un trasplante y muchas hemodiálisis lo llevó al descanso eterno. Pero
mi mejor amigo, hacía ya varias lunas (muchas) que había sido liquidado.
El Dr. Gerald Mollenhorst, de la Universidad de
Utrecht, Holanda, concluyó luego de un extenso estudio, que si bien es cierto
nuestras redes de intercambio social no se van haciendo más chicas con el paso del tiempo, si es cierto que se van renovando de forma constante, tanto que cada
siete años la habremos renovado hasta en un setenta por ciento. Redes que se
formarán un poco dependiendo de nuestras selección y mucho definido o casi impuesto
por nuestro entorno.
Con esta conclusión lapidaria, podríamos responder que los
amigos no son para siempre. Sin embargo, a la luz de la filigrana histórica de
mi vida y de mi primer mejor amigo, evidentemente yo era el niño bueno y aquel
el niño malo, pero al fin del cabo yo agarré mucho de malo, por ejemplo estoy
seguro que si no hubiera sido por su amistad nunca me hubiera atrevido a
realizar el bicicrós en una pista terrible; y él algo de bueno o no se le
hubieran pegado las palabras “raras” que empleábamos o me hubiera ganado a la
niña de trencitas alegres. Es cierto el
Calín ya no es mi mejor amigo, ni siquiera está ya entre nosotros, pero
inevitablemente vive en mí y será mi amigo por siempre.
Concuerdo plenamente con nuestro premio nacional de
literatura Dante Liano, en el sentido que el dicho del Jesús que nos ilumina: “no
hay amor más grande que dar la vida por los amigos…” no tiene nada que ver con
la muerte, sino con la vida. Que la amistad: dar la vida, compartirla,
disfrutarla a tope es.
San Valentín, Febrero de 2014.
muy buena Rlefexiòn me hiciste recordad a muchos amigos que me acompañaron un tiempo de mi vida y que ya no siguieron, pero hay varios que siguen a la par de mi vida y6 yo a la par de ellos. saludos.
ResponderEliminarGracias por tus finos conceptos Isabel. Y que bueno que las letras trajeron a tu memoria recuerdos y vivencias que siguen latiendo en el hoy y en el ahora. Un abrazo.
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