VENEZUELA




“Gente pobre con uniforme, golpeando gente pobre con hambre, para beneficiar a gente rica sin uniforme ni hambre”. Pancarta en protestas estudiantiles en Venezuela.

Venezuela


Veo por la televisión un maremágnum de personas vestidas en su mayoría de blanco, abarrotando una inmensa avenida y en simultáneo otra menos numerosa, pero igual, una multitud, mayoritariamente mujeres, vestidas de rojo. Continúa la jornada noticiosa con las imágenes de antimotines vapuleando a unos muchachos, mientras encapuchados les lanzan piedras, a lo que las fuerzas de seguridad responden con una lluvia de gases lacrimógenos; surgen de la nada un grupo de paisanos que disparan; dice el presentador que perdigones; a los inconformes. De colofón el noticiero organizó un debate entre jóvenes estudiantes opositores y sus antagónicos progubernamentales. Ejercicio que me abrió los ojos para entender esta locura colectiva, que fue premiada por el gobierno, con la expulsión de los periodistas organizadores.  Son imágenes que vienen de Venezuela.

En esencia, me parece a mí, que la gente que protesta, lo hace por el constante deterioro de las  condiciones en la que están viviendo: una galopante inseguridad ciudadana, que por ejemplo, ha llevado la tasa de muertes violentas a un escalofriante dato de 79 por cada cien mil habitantes, aguda escases de productos básicos, privación de derechos fundamentales: como el de la información, la emisión del pensamiento, el ejercicio de derechos políticos. Los otros, por su parte, defienden un gobierno que les ha brindado oportunidades de desarrollo que nunca antes habían tenido: educación; por ejemplo Venezuela ha alcanzado el segundo lugar a nivel latinoamericano y quinto mundial en matriculación universitaria según datos de la Unesco; salud, visibilidad, importancia. Los primeros temen que este gobierno, al que ven antidemocrático, se haga más fuerte y no abandone nunca el poder y privilegios que ahora ostentan. Los segundos, piensan que si estos se van, las conquistas sociales alcanzadas, simplemente se esfumarán.

Ahora bien ¿De qué lado está la verdad?

Seguramente, ambos bandos tienen mucho de verdad. Son lados de una misma moneda, que lejos de negarse, se complementan. Sin embargo, ambos bandos se han demonizado mutuamente y han excluido de sus mentes la posibilidad de reconocer que existen esos otros senderos, también viables y no solo eso, sino que no deberían inviabilizar el mío y viceversa, de lo cual el estado debería ser el garante. Acá; en la ideologización, la radicalización, la cerrazón de mentes, tienen mucho que ver los líderes de estas pugnas, particularmente los que gobiernan, que juegan estos juegos retóricos mediante los cuales van sembrando odios, divisiones, miedos que imposibilitan el dialogo, la postura razonable y por ende la paz; con el único objetivo, este sí diabólico, de mantenerse a cualquier precio en el ejercicio del poder. El que siembra vientos invariablemente cosechará tormentas. Y lo más funesto de esto, es que esas tormentas, se construyen para que los poderosos los sigan siendo, mientras los gobernados, simplemente pongan los muertos. Muertos que al momento de escribir estas líneas suman oficialmente ya trece.

¿Cuántos muertos más serán necesarios para que la cordura llegue a Venezuela?

“Felices los que trabajan por la paz, porque se llamaran hijos de Dios” Mt. 5,9


*Presidente Consejo Parroquial.

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