Amarga Derrota
“El éxito es aprender a ir de fracaso en fracaso sin
desesperarse.” W. Churchill
LA AMARGURA DE LA DERROTA
Por Gustavo Cano
El ansiado día E finalmente llegó.
Me levanté dando un salto mortal (como dice la canción, pero
mi agilidad a las cuatro décadas pues ya no es la misma de cuando estaba de
moda esa rola), esperando darme un regaderazo de esos a mil por hora con agua
bien caliente para aflojar un poco esos músculos tensos por la ansiedad del que
está sentenciado a "la milla verde", como le llama Stephen King al pasillo de la
muerte. Me metí a la ducha, abrí el grifo, esperando que este estartaso helado
me terminaría de despertar y levantaría además la moral, al saberme vivo. Pero
wala, no cae ni una infeliz gota… Seguro un evento premonitorio pensé para mis
adentros: como el canto de una lechuza, o una arenga filtrada del maldicione!
Entre improperios a nuestras ineptas autoridades a las que debo estar en estos
trapos, bueno sin trapos, no solo sin agua sino participando en las alegres
elecciones, en donde al momento lo único que tengo en mi alforja es la docena
de insultos y difamaciones que un par (o más de un par) de hijos de vecino a
falta de ideas se ha dedicado a dedicarme. ¿Y ahora? Bueno, junto en el
chorrito que está casi a ras de suelo, un mi botecito del vital líquido y me
proveí un reconfortante baño vaquero: ¡solo las orejas y el rabo! ¡Eso matador!
grite para mis adentros… Es un infortunio premonitorio pienso de nuevo.
Con algunos periodistas quedamos de vernos tipo diez de la
mañana en mi centro de votación (el Instituto que lleva el nombre del insigne periodista
huehueteco Alejandro Córdova asesinado por sus propuestas) para dar alguna
declaración, así que me cambio raudo con lo primero que encuentro, voy por mi
periódico al expendio, medio como algo; que además no tengo mucha hambre que
digamos; cómo primeriza: parto veloz al
punto… pero tengo que pasar a abrir la tienda y dejé las pu…ñeteras llaves en
la casa! Corriendo y sudando llego a mi centro a las diez y cinco. Y no
encuentro ni un triste periodista… el mal agüero sigue presente.
Dejo las carreras con el objetivo que el lub-dub de mi
corazón halle sosiego en medio de este estrepitoso y agotador mar sin playas
por el que pataleo (como más o menos dice R. Tagore). Y ya pongo atención en la
gente que me prodiga miradas amables. Una familia va de salida cuando yo entro
y me saludan por mi nombre y siempre mi nombre ha sido música para mis oídos:
Le deseamos suerte don Gustavo, estamos con usted, me dicen. Y viene a mi mente el momento en que le
comente a un amigo contendiente (otro candidato a alcalde pues) al preguntarme
que como me iba: fijate que estoy pensando pedir una mi urna aparte –le dije
sarcástico, porque me expresan tanto apoyo que no se si quepan mis votos en las
urnas. Creo que mi broma le hirió. Seguí
mi recorrido y ya dentro estaba una señora asando carne y me saludo cordial
(como a un amigo de toda la vida) vamos a ganar, me dijo, apúrese a votar y
viene a comerse algo, le haré un su descuento. No se si la oferta, el desayuno
frugal, el vaticinio ganador o la sonrisa franca abrió mi apetito. Le di las
gracias y prometí pasar al regreso. Agradecido que no hubiera prensa a la vista
ni mucha cola evidente, pasaría pronto a por una tortillita con carne. En la entrada al establecimiento, un
catedrático universitario, ingeniero amigo mío, estaba de voluntario orientando
a los electores con mapa hecho a mano, en la mano, indicando donde estaba
instalada la mesa en la que le correspondía votar a cada uno: Gusto en
saludarlo, me dijo, dándome una bienvenida que nada envidiaría a la prodigada a
un dignatario, le deseo lo mejor, adjuntó al, a usted le toca en las mesas que
están en el último corredor a la derecha. Dele.
Ya en la mesa de
votación, pasé inmediatamente, porque solo había una electora depositando sus
boletas en las urnas; la secretaria, una jovencita de dientes muy blancos
recibió mi DPI y me sonrío de oreja a oreja; probablemente porque en el DPI no
me veo tan guapo que digamos; no así una de las vocales… por eso me gustan las
consonantes. Me dan mis boletas y en un atril de cartón muy bajito me dispongo
a votar. Emito un voto estratégico en la boleta blanca, el cual es
perfectamente visto por un amigo que vota en el otro lado del cartón. Pero le
pongo poca atención ya que escucho el clic de una cámara fotográfica… la prensa
ha llegado e inmortalizan el momento justo en que emito el sagrado sufragio.
Deposito mis papeletas, me marcan el dedo, despido a los ciudadanos a cargo del
proceso y muestro un tembloroso índice al periodista que documenta el histórico
acontecimiento (histórico para mí, claro está). Al salir el amigo que me pilló
votando en la papeleta blanca por un símbolo innombrable (como Lord Voldermort)
casi me reclamó: ¿y qué onda vos? Un poco avergonzado le digo que tenía la
intención de dejar a los malos fuera de la contienda. Qué locura, pero sabés –me
dice, yo también voté por vos con la intención de dejar fuera a los malos!
Saludo a otros amigos y me dispongo a pasar por mi tortilla,
pero una familia que va con sus niños se alborota al verme y el papá anima al
niño mas grandecito a ir a saludarme, tímido se resiste, así que opto por
acercarme a ellos y contrario a mis hurañas costumbres abrazo a los niños, a lo
que ellos responden con mucha emoción y cariño: mis papitos votarán por Canito
dice el más chico, lo que los ya más sazones celebramos entre risas.
Ya en la puerta me encuentro con otro de los contendientes,
a quien saludo con aprecio, somos amigos de siempre y aunque él o sus huestes
me dieron mucho palo en los últimos días, he decido no guardar rencor en mi
corazón y al saludarlo en efecto no sentí ninguna animadversión y esa certeza
me alentó. Le desee suerte a sabiendas que su suerte reñiría con la mía. Mmm…
como que me hice un mal augurio!
Traté de esconderme, pero la prensa tiene ojo de águila. Di algunas declaraciones a la radio, con el fondo de una tronazón de tripas. Traté de ir saludando a las personas y finalmente llegué al punto de mis deseos: a donde la carne asada. Pero no llevaba mi billetera, así que iba sin un quinto! Definitivamente esto es un mal presagio, concluí.
Al filo de la media noche, los agoreros incidentes del medio
día, se materializaron. Perdimos las elecciones.
El lunes vi a mi sobrina, la más chiquita y mi más activa
correligionaria, que incluso fue llamada a orientación en el colegio por
repartir unos calendarios con mi bella imagen (absurdo) y me dio un abrazo para
consolarme. Me dio además una tarjetita a modo de premio de consolación, que
acá adjunto. Me disculpé con ella por no
poder ganar, hicimos nuestro mejor esfuerzo, le explique, pero siempre hay
mejores propuestas y uno tiene que estar dispuesto, al participar, a perder con
honor y ponerse siempre a la orden de los que consiguieron el objetivo, en aras
del bien común. Y nos fuimos sonrientes a almorzar.
Poniendo en la balanza todo el cariño con que las personas
me han premiado, sin merecerlo: realmente ¿he perdido?
Huehuetenango, día en
que el TSE no termina de contar el 2% restante de votos.
Grandes palabras , me llena de emoción leer esta historia de la vida real que evidecia la gran persona que es Gustavo Cano. Huehuetenango te lo perdiste
ResponderEliminarClaro que No don GUSTAVO, ud GANO. El que perdio fue HUEHUETENANGO. porque algunos de sus hijos no supieron emitir un voto conciente o se dejaron comprar. CLARO QUE SI DON GUSTAVO USTED SE GANO LA ADMIRACION Y EL CARIÑO DE MUCHAS PERSONAS QUE VALORARON SU VALENTIA DE ENTRAR A UNA CONTIENDA ELECTORAL. DIOS LE BENDIGA Y LE CUIDE.
ResponderEliminarClaro que No don GUSTAVO, ud GANO. El que perdio fue HUEHUETENANGO. porque algunos de sus hijos no supieron emitir un voto conciente o se dejaron comprar. CLARO QUE SI DON GUSTAVO USTED SE GANO LA ADMIRACION Y EL CARIÑO DE MUCHAS PERSONAS QUE VALORARON SU VALENTIA DE ENTRAR A UNA CONTIENDA ELECTORAL. DIOS LE BENDIGA Y LE CUIDE.
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