Bautizos

“Bautizar: Poner nombre a algo.” Diccionario de la Lengua Española RAE

BAUTIZOS

Por Gustavo Cano

En el principio nada tenía nombre, pero eso de decirle “chunche” o “babosada” a cualquier cosa finalmente hartó a la raza humana y se le empezó a poner nombre a las cosas… que ya piedra, que golondrína, que mujer! Y así subversivamente.

Los hombres y las mujeres estamos llamados entonces a darle el nombre que le corresponde a cada cosa, tenemos ese poder que con palabras podemos dignificar o denigrar no solo a animales o cosas, sino que principalmente a personas. 

Por ejemplo me ha resultado particularmente molesto cuando he sido testigo de cómo algunas madres que traen a sus hijos con ellas a vender al mercado, niños de la más tierna edad y que tienen además nombres sonoros (muchos y muchas de ellas) como Messi, Junior, Shakira! Pero en lugar de usar sus nombres de pila, les llaman burro, tonto o cosas peores; adosado a un sopapo o coscorrón.

Sin lugar a dudas estas experiencias son llevadas al inconsciente y en el futuro ante las adversidades de la vida a las que todos estamos expuestos toda esa carga negativa lastra las capacidades de las personas y les paraliza o bien les ahuyenta haciendo que no se enfrente y eventualmente se solucione el problema, porque a menudo nos consideramos dignos del epíteto con que una persona para nosotros con autoridad nos puso: burro.

Hace unos días escuché la noticia de la suspensión de clases en el Cunoroc, generado por diversas controversias en torno al “bautizo” que los viejos estudiantes propinan a los nuevos, costumbre procaz que usualmente propicia sacar a flote las más bajas acciones de las personas que actuando bajo el amparo del anónimo tumulto, actúan con flagrante impunidad violando los derechos humanos de unos asustadizos jóvenes imberbes.

En la tradición cristiana el bautismo no solo es la iniciación en el encuentro personal con Jesús, sino que es un medio eficaz para la salvación de los hombres.

En las dos vertientes; darle nombre a algo o iniciar un camino; la tradición de los vejámenes a los neófitos universitarios es una deformación, degradación y perversión del término que reduce de manera abyecta la dignidad humana, tanto de los abusadores como de los abusados.

Es hora pues de asumir con responsabilidad el compromiso histórico que la universidad pública tiene con el pueblo y acabar de una vez y para siempre con estas prácticas que han generado muerte no solo del cuerpo (que es ya bastante gravísimo) sino que de almas.


Huehuetenango, tercer viernes del 2016.


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