Aguas con el Agua

Alabado seas, mi Señor por la hermana agua, la cual es muy humilde, preciosa y casta.” San Francisco de Asís.

Aguas con el Agua

Por Gustavo Cano

En los ochentas era todavía común ir con la familia y amigos a darse un chapuzón al río Selegua, si bien es cierto por estos meses del estío el caudal se hacía relativamente chico, para nosotros, los chicos de esos días, la experiencia siempre fue feliz.

Buscar piedras lisas y hacerlas saltar sobre las aguas, sentir la fina arena en los pies, zambullirse en sus frías aguas; no tan frías como las del río San Juan, pero frías al fin; buscar en los recodos algún pececillo, aunque no supiéramos distinguir entre estos y los renacuajos, que nos hacían caer en la cuenta que la vida se abre paso en este privilegiado planeta hasta debajo de las piedras.

Sentarse bajo la sombra de un ahuehuete varias veces centenario, escuchar las aguas cantarinas y fundirse con el verdor circundante antes de almorzar unas longanizas azadas al carbón y regresar físicamente exhaustos pero con el corazón henchido de vida o por la vida.

Porque así es esta señora: la vida: contagiosa, alegre, festiva.

Sin embargo se nos fue olvidando no solo que estos remansos naturales no se cuidan solos, si no que somos parte de este ecosistema. Parte, que está llamada a cuidar, a bien administrar: no como una herencia recibida de los antepasados, sino como un legado a los que vienen detrás de nosotros; a preservar, a conservar.

Sus aguas: humildes, preciosas, castas; las fuimos anegando de eses fecales. La rivera deforestada y llenada de toda clase de basuras, pero particularmente de polietilenos, nombre elegante que le dan los técnicos a los plásticos, cuyo principal exponente son las bolsas. Definitivamente se han ido los peces y cada vez cuesta más ver un renacuajo.  Misma suerte ha corrido el espacio público… extinguiéndose.

Hoy culmina en la capital “la marcha por el agua” que lleva la denuncia del secuestro de los ríos para su uso agroindustrial, pensando poco o nada en los que necesitan para vivir de este afluente río abajo. (Dios bendiga a estos paisanos) Marcha que me ha hecho recordar el paraíso perdido.

Pero el río acá no lo destruyó una mina, una hidroeléctrica, un monocultivo… no! Acá lo perdimos, o dejamos que se perdiera, los ciudadanos comunes y corrientes. Pero quiero pensar que no está perdido… solo está extraviado.

En este día en que estamos llamados a celebrar la tierra, pienso en que puedo hacer yo para rescatar el agua: “que nos vivifica y restaura”.

Huehuetenango, día de la hermana nuestra madre tierra.




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