PENA DE MUERTE
“La resurrección de
Cristo es un acontecimiento universal o no es nada” J. Ratzinger
RESUCITADOS ANTE LA PENA DE MUERTE
U
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no de los anhelos inscritos en la
memoria colectiva del pueblo que peregrina es que la vida no se extinga, que no
fenezca, que no termine: que la vida sea eterna.
En estos días, buena parte de la
cristiandad celebramos el determinante acontecimiento de la resurrección de
Jesús de Nazareth, que abre para la humanidad esa posibilidad tan caramente
anhelada. Sin lugar a dudas la vida tiene sus bemoles y cada día nos vemos
enfrentados a diversos retos, tribulaciones y sinsabores que lejos de quitarle
su belleza no hacen más que acrecentarla y hacer que los mortales deseemos
fervientemente beber de la fuente de la vida.
Celebración esta (la
Resurrección) que en nuestro país es lógicamente muy grande, en virtud que
hasta un 97% de la población se declara cristiana (entre evangélicos y
católicos); haciendo de nuestro país uno eminentemente cristiano y entre los
primeros del mundo en cuanto a esta clasificación.
La mañana del lunes de Pascua
fuimos sorprendidos por el titular de un reconocido matutino nacional, en donde
reportaban que para la reactivación de la pena de muerte en el territorio
nacional, habría que recorrer una difícil trayectoria legal. Sin embargo, en un
sondeo que ellos mismos realizaron en el organismo legislativo, hasta un 70% de
los diputados estarían de acuerdo con su re implementación. Extremo que no
sorprende ya que está en sintonía con la simpatía de la opinión pública
respecto a esta pena máxima. Un sondeo electrónico
realizado en días pasados por otro matutino, reflejó que hasta un 86% de sus
lectores apoyaría la pena de muerte.
En verdad no se necesitan tantos números
para darnos cuenta que, agobiados entre tanta delincuencia común y organizada, el
sentir popular va encaminado a suponer que esta sanción extrema podría
disminuir los índices de criminalidad en la que vivimos inmersos, o en el menor
de los casos, propinaría el castigo adecuado a estos malevos.
En la primera aseveración, relativa
a que esta pena sirva como disuasivo, está demostrado a nivel mundial que no es así. Y en cuanto a que sea un justo castigo; en nuestro sistema
desafortunadamente, la justicia es la excepción y no la regla, de manera que lo
más corriente sería que a los hipotéticos ejecutados, se les impondría una
injusticia, pero aunque fuera muy bueno, igual siempre existirá la posibilidad
del error y un error que no puede ser subsanado. Por ende podemos concluir, que
lejos de ser esta una solución viable, es más un problema adicional.
Sin embargo, lo que si sorprende
de los números (que las mayorías estén de acuerdo con la pena capital) es que
estás mismas mayorías, sean además cristianos profesos.
Es incompatible ser Cristiano
(seguidor del amor, la misericordia y el perdón) y partidario de la muerte, la
venganza y la condena.
Ojalá que en esta Pascua podamos
darnos cuenta que la única manera de construir la paz, será en la medida en que
podamos sembrar perdón, donde haya ofensa. ¡Qué el Resucitado nos ayude!
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