¿Somos los buenos más?

“El chasis esta algo torcido, pero el motor y la computadora están nítidos” Dr. A. Giammattei.

¿Somos los buenos más?

Por Gustavo Cano.
En una lluviosa tarde del mes de agosto de dos mil siete, en medio de un bosque de Unión Cantinil, el más nuevo de los municipios de Huehuetenango, avanzábamos con dificultad por una vereda sinuosa y anegada por las muchas lluvias de la temporada, que hicieron de la veredita, un tortuoso pantano fangoso. En la última cuesta, el pick up se negó a subir, mejor dicho, el camino no lo permitió y luego de resbalar peligrosamente a la vera del camino, decidimos terminar el resto del trecho; según los lugareños solo una legua; a pie. Nos apeamos del todo terreno y comprobamos la tracción de las suelas de nuestros zapatos, que quedaron literalmente pegadas al barro rojo del suelo.

Regresábamos de un mitin de apoyo al candidato a alcalde de ese municipio, ese año. Las condiciones meteorológicas no recomendaban el vuelo del helicóptero, sin embargo, las condiciones políticas, urgían la visita al lugar para darle el postrer espaldarazo al que al final resultó siendo electo alcalde, por lo que el presidenciable dispuso ir.

Este último encabezó la marcha, con una energía y entereza superior a la de cualquiera de los que con él caminábamos, entusiasmo que me dejó boquiabierto. Porque con este citadito no solo habíamos ya recorrido medio docena de municipios ese fin de semana, además no era el más joven del grupo, ni el más experto, obviamente, en esas rutas, pero mi reacción de estupefacción se debía a que el que comandaba la marcha entre el lodo y la selva de los Huistas era un hombre que se valía de muletas para andar. Ese indómito era Alejandro Giammattei.

A lo largo de estos años le he ido conociendo un poco más y he ido descifrando mejor la escena anteriormente descrita. El hombre que encabezaba aquella variopinta excursión de invierno ha superado de forma constante las vicisitudes que la vida le ha ido presentado: la enfermedad, la minusvalía, la marginación, la cárcel y ha logrado conseguir todas las metas que se ha ido trazando; sin menoscabar la dignidad y derechos de terceros; pero sobre todo, con un espíritu sin muestras de ningún tipo de resentimiento, por un proceso de vida no exento de heridas y que ha reforzado su amor por esta tierra común.

Le he escuchado muchas veces, ante diferentes auditorios y sin vacilar un ápice se dirige al pueblo de Guatemala consistentemente hablando sin miedo de los problemas del país, pero sobre todo de las soluciones, que pasan por conocer, en primer lugar, esta tierra bendita, su gente y sus circunstancias y en segundo lugar, el estado, su funcionamiento, sus ejes de poder y como se interrelacionan. Al menos a mi me ha quedado claro que urge para conducir los destinos de la nación, un liderazgo fuerte, con convicciones claras y con una hoja de ruta bien establecida que cambie de una buena vez el status quo que ha estancado el desarrollo de la nación. Para eso se requiere ir contra el sistema, contra los poderes fácticos y una creciente descomposición moral de la sociedad. El hecho de que todo el sistema confabule de una u otra manera para vedar la participación libre y en igualdad de condiciones de Giammattei, me da un punto de apoyo para esclarecer la decisión de por quién votar para presidente.

Como el sentido común, es el menos común de los sentidos; me alegra ser como Vicente que no va con toda la gente (al menos eso nos han vendido las campañas multimillonarias), por eso este once de septiembre voy a votar por Alejandro Giammattei, para presidente.

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