Domingo Pascua
“De lo que se trata es de tener la mirada puesta en
Dios para recibir de Él el criterio y la capacidad de obrar de manera justa”
Benedicto XVI
Domingo de Pascua
Por Gustavo Cano*
Lorenza madrugo esa mañana. Al despuntar el alba
estaba ya abordando el bus, allá por el Calvario, ese que conecta la ciudad de Huehuetenango
con la vecina Villa de Chiantla; llevaba su pequeña hielera llena de aguas
gaseosas y jugos que vende a los viajeros en esta parada de buses. Es Domingo
de Resurrección y la jornada de éxodo de los visitantes promete una buena
venta. Los días santos, no vendió en las camionetas que van al norte del
departamento, como suele hacerlo cotidianamente, en virtud de lo escaso del
transporte público en semana santa; pero el hambre no descansa, así que vendió
en las calles donde las actividades religiosas se han desarrollado, pero no es
su ambiente y aunque ha logrado vender algo, espera que este domingo haga la
diferencia. Es otro rollo, dice, vender a los pasajeros que a los peatones y
peor aún a los turistas.
La jornada comienza mal, lleva
un poco de monedas y billetes de baja denominación para poder dar cambio a los
compradores, en la primer venta que realiza esta madrugada, un juguito de
naranja, busca su bolsita donde lleva el pisto y se da cuenta, que no la lleva más
consigo, está segura que la trajo; pero: o la dejó tirada o en el bus, que va
atestado, algún sinvergüenza se la ha robado. Al no tener cambió no puede
realizar la venta.
Lorenza, nació y creció en
Coya, San Miguel Acatán; una sobreviviente en todo el sentido de la palabra. Huérfana
desde la más tierna edad, ya que sus padres son dos de los más de cien mil
muertos que dejó la guerra vivida en este suelo; se crió con su abuelo materno
que tenía una pequeña parcela en una ladera de la sierra de los Cuchumatanes,
tierra con una eminente vocación forestal, que fue paulatinamente talada y
sembrada con maíz. A los catorce años,
se junto con un vecino un poco mayor y pronto nació el primer niño. Vivían en el
jacal del abuelo, con piso de tierra y teja manil; ayudándole en el cultivo de
la parcela. El abuelo pronto, pasó a la otra vida, y quedaron ellos con la
parcelita que cada vez daba menos maíz. Un par de inviernos muy copiosos, y un
par de heladas, terminaron por dejar completamente estéril este suelo, por lo
que el marido de Lorenza decidió irse para las Floridas. Nunca supo más de él.
Ya muertos de hambre, Lorenza y su hijo, emigraron para la ciudad, con un poco
de dinero que le dieron por la venta de la parcela del abuelo, que apenas
alcanzaba para el pasaje, la pensión y la comida para un par de meses. Pronto
se colocó como “muchacha” en una casa de la ciudad donde le pagaban poco, pero
le aceptaron con el niño y su mal español. Para su infortunio, estrella que le
ha brillado siempre, la patrona perdió un anillo y le acusaron a ella de robo;
estuvo presa unos días, hasta que la señora, por compasión al niño; dijo;
levanto la denuncia, otros dicen que el anillo apareció en una tienda de esas
de empeño, llevado hasta allí por uno de los hijos de la patrona; eso sí, no
hubo para ella pago ni de los días de la quincena, mucho menos otras
prestaciones. En adelante, por sus “antecedentes”, le fue difícil trabajar de
nuevo, no hubo más que improvisar. Muchos oficios, muchos abusos, inclusive
sexuales, a cambio de comida y techo, pero el negocito de las aguas, fue con el
que se estabilizó.
Descorazonada, baja del bus y
ve a su amiga Lupita, compañera de cuarto en la pensión, con el rostro
desencajado, le trae malas noticias, Panchito, su hijo, se ha encaramado en un
árbol, ha perdido el equilibrio y yace ahora inconsciente en el frío suelo.
Afortunadamente, solo se ha
quebrado un par de huesos, pero necesita pagar unas radiografías, medicinas,
yeso, unas muletas, porque el Hospital Nacional, solo le pudo dar la atención y
más bien una mala atención. Acude a la comunidad cristiana, pero esta apenas
junta algo en el canasto, el poco dinero que tenían en caja se lo han gastado
en la alfombra.
Jesús está vivo y nos muestras sus llagas.
Huehuetenango,
Domingo de La Divina Misericordia, 2014.
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