PEREGRINOS
“Llegados como
peregrinos haciéndose encontradizos al Señor, buscando Bendición, Protección y
Perdón”
Padre Santos, Párroco de San Gaspar Chajul.
Padre Santos, Párroco de San Gaspar Chajul.
PEREGRINOS
Por Gustavo Cano.
Comencé a ir a Chajul a mediados de los ochentas. En aquellos
años los muros que hacen de columnas al arco de medio punto que separa a la
asamblea del presbiterio tenía unos murales que contaban la historia de las
atrocidades cometidas sobre esta martirizada tierra Ixil. Muchos aún tenían
fresca en la retina la imagen de combatientes-vigías en los campanarios. Ahora
es tiempo de paz. Y nos reciben mujeres de trajes rojo carmesí con aromáticas
manzanillas en los brazos.
Viajábamos con mi abuela materna, una mujer templada por la
vida, que decía que no había que tener miedo, porque si íbamos con Dios, nada
malo podía pasarnos. Somos peregrinos, decía con orgullo y aplomo. Y el
peregrino no sabe dónde va dormir, ni que va a comer o si lo hará o no. Sólo
sabe que tiene un destino, un sueño que alcanzar y muchas veces (si no siempre)
descubre que más que el destino, es el camino, es el encuentro que el viaje
propicia. Encuentro con los hermanos de camino, fraternizados no solo por la
fe, sino por los avatares de la ruta. En aquellos dorados años era una ruta de
tierra blanca que se hacía en no menos de doce horas, acompañados a menudo por
un inclemente sol o una martirizadora lluvia, ruta en la que a medida que se
avanzaba por ella se iba uno alejando de las comodidades citadinas, entiéndase
buena cama y buena mesa… y baños. Estas circunstancias imponían conocerse;
verdaderamente hermanarse; con el compañero de infortunio: el que se marea en
la camioneta, el que se descompone del sistema digestivo por el cambio de
horario, el que tiene un sueño frustrado, o un sueño roncador, el que llora
amargamente a la amada perdida, el que sufre en su cuerpo una llaga ominosa;
pero también el que agradece por el milagro de la vida, el que sabe reír, el
que sabe orar, el que sabe compartir.
Pero también es un encuentro con otras culturas, otras formas
de expresión, otras lenguas, otras voces, otras risas, otras lágrimas, que
aunque nos parezcan muy distintas, descubrimos al coincidir que son todas
iguales y que las fronteras, los muros infranqueables que hemos construido (o
nos han construido y heredado) son falsos. Somos hijos de Dios, igual sufrimos,
igual gozamos e iguales derechos y obligaciones tenemos. Pero irremediablemente,
en este último aspecto, el de los derechos-obligaciones, lo que nos hace ser
ciudadanos, debemos hacer un alto, no podemos evitar un hallazgo, la pobreza y
la desigualdad campea en este hospitalario, amable y cada vez más sonriente
pueblo, plagado desde hace siglos por peregrinos en los viernes de cuaresma,
desigualdad que les hace tristemente en ciudadanos de segunda categoría, con
menos acceso a oportunidades.
A menudo he invitado a algunos a acompañarme para realizar
este viaje de fe, esta aventura de la fe, esa que se experimenta yendo a Chajul
o a algún Santuario; pero que no es exclusiva, porque también se hace un viaje
de fe integrándose en una comunidad Cristiana; pero muchas, muchas veces me
encontrado con esta respuesta: No tengo tiempo.
Dice Paulo Coelho, el escritor brasileño, en su libro El
Peregrino, que un síntoma de la muerte de nuestros sueños son nuestras
certezas. Y he de validar por la
experiencia, la idea planteada por el muy leído autor. No nos gusta salir de
nuestras zonas de comodidad, o como le escuché decir con pena a una autoridad
universitaria: para salir o vamos a estar mejor que en casa o mejor no salir.
Así no se descubren mundos, así no se construye el reino, así no podremos
fraternizar nunca con nuestro prójimo y encontrar esas preciosas oportunidades
de tomar ruta por el camino que nos lleve a contemplar cara a cara al Creador,
en el rostro del que está sentado esperando, esperándonos a la orilla de esa
vereda que llamamos vida.
En estas casi tres décadas, la ruta se ha acortado, no solo
la geográfica, también la espiritual y la humana. El desarrollo va permeando
los pueblos y lo, hasta hace poco, inusitado! cada vez son más las niñas que se
ven van a la escuela o el instituto. De rodillas frente a la veneradísima
imagen de Jesús Nazareno de Chajul, una niña, su madre, su abuela mayas, junto
a mi madre, mi esposa y yo ladinos, le confiamos al buen Señor que queremos
Bendición, Protección y Perdón!
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