PERDIDO

PERDIDO

Por Gustavo Cano

En los ochenta un sobrino de mi abuelita, fue detenido-desaparecido por desconocidos. Este mi tío era hijo de una mi tía abuela muy querida. Una profesora de escuela primaria, dedicada madre de media docena de hijos y cariñosa esposa de un profesor-músico-fabricante de marimbas.  Eran personas muy buenas, a quienes Dios llamó a su presencia hace ya varios años.

Llamado que les llegó sin saber la suerte de un hijo de sus entrañas. No recuerdo mucho a este mi familiar desaparecido-detenido; pero si recuerdo bien a sus padres. Y lo que más recuerdo de ellos es el infinito dolor que les provocaba el desconocer el paradero, destino o suerte de uno de sus vástagos. Sin lugar a dudas la nostalgia de lo perdido les robó años de vida y los que vivieron a partir de entonces, llevaron siempre la huella indeleble del sufrimiento.

Muchos, en ese tiempo, decían que el perdido era barato para meterse en cualquier tipo de problemas. Que seguro su comportamiento, su facilidad para meterse en babosadas, le había acarreado seguramente la muerte. Aún en estos dorados tiempos, cuando alguien es asesinado, siempre escucho la justificación: saber en que andaba metido!? E inevitablemente recuerdo a mi tío… el perdido.

Estos infames recuerdos vuelven a mi mente con motivo de la captura de algunos sindicados de crímenes de lesa humanidad, acusación generada por el descubrimiento de 588 osamentas en la que fuera la Zona Militar No. 21 Antonio José de Irrisarri, conocida hoy en día como
Creompaz. O sea, un cementerio clandestino que albergaba al menos cuatro fosas comunes, donde yacían (no en paz) estos varios centenares de guatemaltecos y guatemaltecas, de los cuales al menos 300 muestran signos de haber experimentado muertes violentas; entre los que se cuentan unos 90 menores y 3 ancianos. Y vuelve a mi mente la idea de lo perdido!

Un centenar de familias han identificado mediante pruebas de ADN a sus familiares y han podido (30 años después) cerrar el ciclo. Desafortunadamente mi tía la maestra y su esposo el marimbista, no tuvieron esa suerte.

Pero la perdida va más allá: ¿quién puede asegurar que entre esos 588 ciudadanos y ciudadanas perdidas, no había un alcalde probo para su municipio; un destacado maestro; un músico insigne; un poeta universal; un campesino que llevaría feliz el maíz a la mesa?

Los detenidos ahora por delitos de lesa humanidad son por ley inocentes; y tendrán ellos la oportunidad que se perdieron los de las fosas comunes; de defenderse de las acusaciones que les imputa el estado.  A nosotros los ciudadanos de a pie en esto nos queda poco (o nada) que hacer. Sobre lo que si podemos hacer algo, es en llegar a un unánime consenso de que lo que pasó fue no solo malo, sino diabólico y que nunca más deben de repetirse atrocidades de semejante vuelo.

Un pensador que sobrevivió el holocausto de la segunda guerra mundial dijo que de estas experiencias surgen tres mandatos: 1) No ser perpetrador 2) No ser victima 3) No ser espectador.


Hoy es un buen día para no seguir perdido!

¡

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