SALARIOS


“Si el emperador me quiere, que me pague, porque solo el honor de estar con él no me alcanza.”  Mozart

SALARIOS

Por Gustavo Cano

Con eso de andar del tingo al tango en la campaña política la posibilidad de quedar sin chance era muy alta. Así que previendo el peor escenario, antes de meterme a camisa de once varas, llamé a unos amigos y amigas. Mirá, me dijo un colega de mis años dorados en la U, si tenés posgrado del ERIS, hablas fluido el inglés, tenés carro doble tracción y disponibilidad de irte a la Guatemala profunda, te consigo un chancecito de unos tus nueve mil shuros, eso sí facturando, con el único derecho a ser despedido en cualquier momento.  Una amiga, de esas que practican el arte oculto de la política me aconsejó: que tus conectes te consigan un chancecito en el congreso, que allá hay conserjes que ganan veinte mil sanates, quince sueldos al año, dos días laborales a la semana e inamovilidad de por vida.  Ambas propuestas me parecieron un chiste.

Salario es una palabra que se originó en la antigua Roma, derivada del hecho que a los soldados les pagaban con sal. Por esos tiempos la sal era un bien muy apreciado, no solo como condimento, sino que también como antiséptico y como conservante, con lo cual lograban la muy importante tarea de alargar la vida de los comestibles, en esas épocas, cuando los emperadores entregaban cristianos a los leones y las refrigeradoras una quimera.

No cabe duda que mucha agua ha pasado bajo el puente Milvio de esos años para acá.

En una rueda de prensa, unos días después de haber tomado posesión, el nuevo presidente del Organismo Ejecutivo, Mario Taracena, reveló los salarios que el personal operativo devengan en este alto organismo y para mi sorpresa (bueno no tanto, porque era sabido de oídas) lo dicho por mi amiga se quedaba corto.  Mientras la nada anodina olla de grillos se destapaba en el Salón de los Pasos Pérdidos, a unas cuadras de allí, en la casa Crema don Jimmy optaba por mejor ir a por unos tacos de buche allí donde doña Mela, en el meritito mercado central. ¿Será que no es una práctica generalizada esta de esquilmar el erario público mediante grotescos emolumentos  evidentemente no ganados?

En estos días he estado leyendo en las redes sociales el malestar que ha causado el incumplimiento de la promesa electoral que hizo el actual alcalde de Huehuetenango el señor Martínez, respecto a eliminar el cobro ilegal que se realiza en las entradas a la cabecera departamental. Los que hemos estudiado un poco el presupuesto municipal, sabíamos que ese ofrecimiento era espurio. En el 2014 un tercio del presupuesto se fue en salarios, porcentaje que en el 2015 seguro aumentó y para este 2016 se presupuestó aún más, quitar entonces el impuesto de entrada ocasionaría el incumplimiento en el pago de salarios, estrategia finamente urdida por el ex-alcalde para complicar financieramente el desempeño edil.

Qué tragedia que el jornal ganado; ese que lleva el pan a la mesa; sea ahora como antes: ¡la sal!

Huehuetenango, día en que anularon las plazas fantasmas de Rabbé, del 2016.




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