ESTE AÑO SE FUE VOLANDO
“El tiempo es
relativo” Albert
Einstein
ESTE AÑO SE FUE VOLANDO
Por Gustavo Cano
El 25 de noviembre de 1915, hace una friolera de cien años;
un hombre muy sabio y probablemente muy loco, presentó en
una conferencia sus estudios científicos que llamo “Teoría de la Relatividad”.
Ideas y formulaciones matemáticas que para nosotros los que no somos
científicos, resultan muy complejas, pero que gracias a ellas pues se ha
logrado desarrollar (entre otras muchas cosas) sistemas más precisos de
localización satelital que nos permiten por ejemplo gozar de la telefonía
celular o que veamos nuestro partido de futbol, jugado a dos mil kilómetros de
distancia, en tiempo real en la comodidad de nuestra casa o cantina de
preferencia.
Una de las propuestas de esta teoría es que el tiempo
depende de la posición del observador, o sea que el tiempo, esa bestia
indomable, podría alargarse o acortarse en función de donde estemos ubicados.
Yo recuerdo con claridad meridiana el Huehuetenango de hace
30 años. Un pueblo mucho más apacible; en donde los años, los meses y días
transcurrían de manera más lenta. Había tiempo para tomar café con pan a la 4
de la tarde, visitar a la familia y los amigos, participar en nuestra
congregación religiosa los domingos, ir de día de campo a orillas del Selegua,
reunirnos en el parque a platicar de filosofía, poesía (algunas veces) y sobre
la vida de los vecinos (casi siempre); hasta alcanzaba el tiempo para visitar a
un enfermo, atender al menesteroso o lo que ahora suena a locura: que los
conductores de vehículos nos cedieran el paso a los peatones que nos
encaminábamos al compás de una amena charla con el amigo de toda la vida a
comprar melcocha, dulcitos de horno o buñuelos. Y cuando finalmente el ocaso
marcaba el final de la tarde y el inicio de la noche, la hora del embeleso en
la puerta de la amada era el culmen de un día que si bien agitaba el lub-dub
del corazón, alargaba los minutos que al final de cuentas tenían un “hasta
aquí” con la mirada inquisitiva de la futura suegra. Había que ir entonces a
casa, a ver televisión, jugar damas chinas, ajedrez o un conquián en lo que
llegaba la hora de cenar en familia al calor del hogar y platicar de las
experiencias del día hasta que el sueño llamaba al reparador descanso.
Hoy en día esta rutina parece perdida irremediablemente;
agobiados en los quehaceres cotidianos, embebidos por la tecnología,
secuestrados por los medios de comunicación social, atrapados por la vorágine
comercial; el tiempo simple y sencillamente vuela y se consume en mil y una
tareas que pueden ser importantes o pueden no serlo pero que al final nos
alejan de nuestra esencia: cultivar nuestras relaciones familiares y de buenos
vecinos, atender al prójimo en sus necesidades, ser parte de la cultura viva de
un pueblo, acercarse al Dios vivo.
Ojalá que este diciembre que empieza a correr, y que
usualmente corre mucho más deprisa que los demás meses, podamos hacer un alto
en el camino para darnos cuenta de las bendiciones con que nuestras vidas han
sido premiadas y le demos el valor justo a cada cosa. Si no será como decía mi
abuelita: “cuando digamos malaya… malaya irá ya muy muy lejos”.
Huehuetenango 30 de noviembre de 2015.
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