NAVIDAD DE GOLPE

“…María se dirigió presurosa a la montaña… y saludó a Isabel” Cf. Lc. 1-39,40

NAVIDAD DE GOLPE

Por Gustavo Cano

La fría víspera de la navidad de ese lejano 1982, estuvo marcado por las cadenciosas notas emanadas por la madera de hormigo, la marimba monopolizaba las frecuencias de la radio y la televisión; era una cadena nacional encabezada por TGW. La marimba precedía el famoso: “usted papá, usted mamá” del señor presidente de facto que daría un mensaje navideño a la nación.

Esas “cadenas” me crispaban los nervios, pues revivía en mi mente los difíciles momentos que vivió mi familia, especialmente mi madre el día del golpe. Mi papá se desempeñaba entonces como dignatario oficial de la nación y el día de la asonada militar pues cumplía sus obligaciones en la capital cuando el cambio de gobierno se dio por la fuerza de las armas. Hasta que mi madre logró comunicarse con él, que fue al filo del medio día de ese 23 de marzo, se vivieron momentos aciagos de angustia y desesperación. 

Afortunadamente, mi padre no fue víctima de ningún atropello. Entregó sus responsabilidades y regresó a casa.

Presupuestamos una Navidad triste, sin el saludo de los poderes del estado y su respectivas canastas navideñas, más el aislamiento que la comunidad de hecho nos aplicó. Un poco por temor a ser ubicados como amigos de opositores al oprobioso régimen que se cernía sobre el país y otro poco porque al caer en desgracia los amigos que quedan son más bien pocos y los que abundan son los que se apuntan para hacer leña del árbol caído. Así que sin amistades, sin golosinas y con un frío polar reinante… pues puede usted imaginar.

Pero el tiempo, bestia indomable, no se detiene a pensar en los vaivenes de la historia y como marca a los individuos, mucho menos si estamos listos o no. El día de la Navidad simplemente llegó.

Despuesito de la décimo segunda campanada, nuestros vecinos de enfrente, como siempre, cruzaron la calle y se internaron en la casa de mis padres que tenían las puertas abiertas de par en par, como siempre, y entre lágrimas nos prodigaron de abrazos.   

No sé bien porque se derraman lágrimas en la Navidad. Tal vez por los ausentes que nos han dejado recuerdos lo que irremediablemente genera nostalgia. O bien por los presentes y la alegría que su cercanía genera.

Poco después llegó a comerse un tamalito mi tío, hermano de mi padre. Se platicó de todo: del clima, de la familia, del loco que gobernaba, de que Santa a pesar de los pesares había sido bueno con los niños que siempre recibieron más de algún juguete, un libro y sobre todo amor de familia.

Esa fría navidad, fue más cálida que la cálida navidad que viviremos este año fruto del calentamiento global, gracias a que hubo personas que se atrevieron a salir presurosos de la comodidad de sus casas, de sus vidas y salieron al encuentro del vecino, del herido, del leproso, del caído en desgracia. Al menos así lo recuerdo yo.

Hago votos porque todos hagamos un esfuerzo por hacer feliz la navidad (y la vida) del que se halla sumido en las periferias existenciales, particularmente en estos dorados tiempos que corren, en donde lo virtual ha suplantado a lo real, evidentemente nunca un abrazo enviado por un mensaje podrá suplantar un abrazo dado en vivo y a todo calor.

¡Feliz Navidad!