QUE VIVAN LOS NOVIOS

QUE VIVAN LOS NOVIOS

Por Gustavo Cano

A: Klely y Bryan

E
l fin de semana recién pasado tuve la dicha de ser testigo del enlace matrimonial de una joven pareja de amigos. Cuando la conductora de la ceremonia llamó a los novios para que ingresaran al lugar; mencionó el hecho de que si bien queríamos ver al novio, más esperábamos a la novia…

Eso me hizo darme cuenta que los hombres asumimos de diferente manera que las mujeres el matrimonio. A pesar de que vivimos tiempos en donde la igualdad de género se ha convertido en una premisa políticamente correcta, en la práctica las diferencias existen. Si bien para los varones es un paso importante, para las damas puede ser una meta fundamental a alcanzar.

Y esas diferencias se mantendrán a lo largo de la vida matrimonial; vida matrimonial que a los recién casados les he deseado sea muy  larga y muy feliz. Y será así, solo si logran descubrir que esas diferencias son la clave de la felicidad en la medida que se conviertan en complementarias.

Hay estudios científicos que confirman este presupuesto, por ejemplo se sabe que las mujeres son buenas (en general) para combinar colores, mientras que los varones somos mejores para distinguir movimientos. Yo agregaría el hecho que las féminas son buenas para los detalles, para el orden; mientras que nosotros somos buenos para ver futbol.

El Pastor, celebrante de la boda en cuestión, mencionaba también esas diferencias, citando al apóstol Pablo que dice en una de sus epístolas: mujeres sujétense a sus maridos y a los maridos les dice: amen a sus esposas. O sea que el escritor sagrado deduce dos formas de amor que si bien es cierto son diferentes, forman parte de un todo. Una sin la otra no formaran un amor completo.

Un aspecto será entonces la tolerancia, la comprensión, el tratar de llevar la fiesta en paz. El Papa Francisco aconseja: discutan todo lo que quieran pero al final del día no se vayan a dormir si no se han reconciliado. Y el segundo: el amor, ese que todo lo perdona, que todo lo tolera y que lo da todo sin esperar nada a cambio, buscando la felicidad de la pareja y descubriendo en esa felicidad (la ajena) la felicidad propia.

Me pregunto: ¿Cuántas pruebas, cuántas vicisitudes tuvieron que superar ellos para darse el sí definitivo, eterno, frente a Dios, familiares, amigos y uno que otro colado? Seguramente muchas. Pero es de agradecer que en estos tiempos de lo “desechable”, hayan todavía valientes que se arriesguen a por lo duradero.

…Y desfiló la novia por entre los convidados y recordé ese vals que tararee al oído de mi amada:  “la novia que linda está/ luciendo con esplendor…  lara lara lara lara…”


Chimusinique, 5 de diciembre de 2015.


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